sábado, 4 de junio de 2011

La vida es como un juego de…


En los últimos meses he empezado a creer de una forma bastante curiosa a mi parecer, que la vida puede resultar siendo como un juego cualquiera. Mi vida en especial, en las últimas lunas, parece un juego de rugby. Este deporte, algo conocido y algo desconocido en esta ciudad es un deporte colectivo, de combate, bastante fuerte y muy exigente. Hay grandes espacios para la individualidad, sobre todo si llevas la ovalada, cruzas la “22”, te encuentras en el line-gol sin ninguna oponente y marcas el try. Sin embargo, esa posibilidad gloriosa solo puede aparecer si haz contado con los respectivos apoyos y entrenos colectivos previos. Y por supuesto, no podría olvidarme de los múltiples pases hechos a lo largo de una bella línea especializada en la confianza entre jugadoras.

Como les iba diciendo, creo que es posible este disparate analógico entre un juego de rugby y la vida, ya que en este juego las posibilidades de “caer y levantarte” son infinitas, la oportunidad de tomar buenas o malas decisiones también, y sobre todo sentir que te estrellas con el mundo en el momento menos pensado. Así como hace un par de semanas iba con la ovalada en mi brazo izquierdo y una derribada sorpresiva me dejó casi un mes por fuera de la cancha, a parte de varias lágrimas derramadas sobre el pasto por no seguir en la competencia hasta el final con mis compañeras de equipo. El placer absoluto y los dolores profundos son una constante. El instante de vida que pasa por nuestra conciencia está lleno de contradicciones emocionales. Los estados bi-polares humanos son más normales de lo que cualquier teoría anti psiquiátrica pudiera argumentar. De modo que, así de rápido como puedes ser derribada, levantarte y anotar en medio de un partido de rugby, o ser derribada y terminar en una gradería, algo obsoleta para la función; también puede suceder que llegas a tu casa, feliz porque vienes de admirar la simpleza del mundo para sonreír a diario y de repente encuentras un televisor mal-prendido en algún cuarto y escuchas las terribles noticias de los canales nacionales. Al menos eso me pasa a mi tres veces por semana.

Hablando de anécdotas más amables en esta perdida comparación entre el rugby y la vida, podría decir que lo más bonito de las sensaciones experimentadas durante un partido es hacer parte de una brillante e importante anotación. Y no me refiero precisamente a marcar un try. Hablo de cosas más importantes y especiales. Así como en mi vida las mayores satisfacciones vienen de compartir con la humanidad formas alternativas para habitar el mundo, he sentido en el rugby una gran alegría cuando una compañera, que viene siendo mi apoyo, recibe la ovalada de mis manos y anota un try. El cual sube el marcador o nos lleva a la victoria. Ceder confianza, ceder poder, ceder alegría tiene que ver con que no se desea más allá que lo que la vida está dispuesta a darte, que el deseo puede ser de mayor satisfacción cuando simplemente te encuentras, inesperadamente, con la situación que te brinda bienestar. Hay cosas por perseguir en la vida, como en el rugby se combate por el balón, lo demás puede que llegue, puede que no, lo más seguro es que quien sabe.